Palabras dedicadas a César Bernad como Socio de Honor de DEMurcia
Hay una célebre expresión que se remonta al Siglo XI, y que Newton popularizó, que dice: “estamos subidos sobre hombros de gigantes”. Todo lo que uno consigue o ha conseguido, aunque sea de forma modesta, lo hace siempre gracias a la influencia y las aportaciones de quienes nos acompañaron o nos precedieron. En el caso de César, es acertada utilizar esa expresión, ya que sus méritos son múltiples y abarcan distintos frentes como director de escena, como actor y como profesor. En definitiva, como hombre de teatro.
Como director de escena, y aun cuando lamentablemente no ha podido prodigarse demasiado en el llamado “mundo profesional”, sus espectáculos han sido siempre celebrados como un acontecimiento en nuestra Región, ya estuvieran representados en el Teatro Universitario o en la Escuela Superior de Arte Dramático. Sus montajes siempre se han distinguido por un marcado sello personal, que se refleja en su visión y en su manera hacer las cosas, y nos han dejado momentos de enorme emotividad y de deslumbrante belleza formal que han quedado grabadas en nuestra memoria. Su trabajo en este terreno es ejemplar: está lleno de rigor, de sensibilidad y de autenticidad.
Como artista, que lo ha sido y mucho, ha sido siempre una inspiración para los demás, porque su quehacer escénico no ha estado privado del análisis, impregnado de cualquier aspecto que tuviera que ver con el arte en general (música, pintura, literatura, o arquitectura…). Su curiosidad es infinita y es una persona abierta a todo, y todo te influye.
Actuando es el actor con el que todo director sueña, por su talento y por la confianza que da. También por aportar soluciones, a través de una mirada que es interna y externa al mismo tiempo.
Y qué se puede decir como profesor. Ha sido maestro de maestros, invocador de vocaciones. Son muchos los que reconocen que se dedican al Teatro gracias a él. A través de su magisterio hace sentir a sus alumnos, física y químicamente, el poder que supone “aumentar la realidad”, hacer algo más denso y significativo, más vivo que la propia vida.
Nos revela que el escenario puede ser un lugar mágico, más concentrado y metafórico, capaz de invocar el juego y la niñez, ese sitio donde campa por sus anchas lo imaginario y la imaginación. Esa niñez a la cual aspiramos volver para que nos permita creer en lo que hacemos (en la ficción, en el personaje, en la situación), y que nos vigila en la distancia, pues como se indica en El principito, “cuida que el niño que fuiste no se avergüence del hombre que eres”.
En definitiva, con su trabajo nos hace ver y sentir que el teatro posee una fuerza comunicativa de tal calibre que puede llegar a producir una verdadera deflagración emotiva en nuestra conciencia, en nuestro cuerpo y en nuestro ser.
Por todo ello agradecemos a César Bernad que acepte formar parte de esta humilde Asociación de Directores, que apenas tiene un año de vida. Y que lo sea a título honorífico, como merece su trayectoria profesional y su persona. Porque para nosotros César es, y será, un gigante.
Javier Mateo.
Murcia, 22 de Mayo del 2019.